Vortice

Moreaux, corrió a la velocidad que el traje espacial y el fusil le permitieron. La desesperación le hizo pensar en quitárselo para correr más rápido, pero si lo hacía moriría en poco tiempo, tampoco podía soltar la única arma que tenía. A ese ritmo no podría ayudar a Susana, a quien escuchaba ahogándose por el comunicador. Su voz había cesado minutos antes, pero él seguía escuchando en su memoria los gritos desesperados de auxilio y el ruido de su garganta al intentar respirar. Al fin llegó con Olaf al punto donde perdieron contacto con ella. Encontraron los restos de la lámpara del casco entre la basura y desperdicios que flotaban en el oscuro corredor. Unos surcos y marcas recientes en el piso indicaban hacia donde la habían arrastrado. Los dos hombres, sofocados por la carrera, siguieron el rastro hasta las puertas de un hueco de ascensor. El interior estaba muy oscuro y sus lámparas no iluminaban suficiente para ver qué había allí abajo. El Behaim todavía no había mapeado aquellas tinieblas de los niveles inferiores. Descubrieron a sus pies mucha sangre, mezclada con el rastro sucio que ella y sus captores habían dejado. Varias gotas de sangre también flotaban delante de sus caras. Moreaux y Olaf tuvieron ganas de adentrarse en la oscuridad del amplio conducto, pero Hardman les ordenó regresar a la Hércules. El capitán no iba a arriesgar la vida de aquellos hombres sin saber dónde se iban a meter.